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Poemas en Inglés es un blog que pretende acercar poemas de lengua inglesa al castellano |
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"Por principio, toda traducción es buena. En cualquier caso, pasa con ellas lo que con las mujeres: de alguna manera son necesarias, aunque no todas son perfectas" Augusto Monterroso -La palabra mágica-
"Es imposible traducir la poesía. ¿Acaso se puede traducir la música?" Voltaire
"Translating poetry is like making jewelry. Every word counts, and each sparkles with so many facets. Translating prose is like sculpting: get the shape and the lines right, then polish the seams later." James Nolan
"La traducción destroza el espíritu del idioma" Federico García Lorca |
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Federico García Lorca -Paisaje de la multitud que vomita- |
martes, 13 de septiembre de 2005 |
Paisaje de la multitud que vomita
La mujer gorda venía delante arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores; la mujer gorda que vuelve del revés los pulpos agonizantes. La mujer gorda, enemiga de la luna, corría por las calles y los pisos deshabitados y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de paloma y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos y llamaba al demonio del pan por las colinas del cielo barrido y filtraba un ansia de luz en las circulaciones subterráneas. Son los cementerios, lo sé, son los cementerios y el dolor de las cocinas enterradas bajo la arena, son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora los que nos empujan en la garganta.
Llegaban los rumores de la selva del vómito con las mujeres vacías, con niños de cera caliente, con árboles fermentados y camareros incansables que sirven platos de sal bajo las arpas de la saliva. Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay remedio. No es el vómito de los húsares sobre los pechos de la prostituta, ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido. Son los muertos que arañan con sus manos de tierra las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres.
La mujer gorda venía delante con las gentes de los barcos, de las tabernas y de los jardines. El vómito agitaba delicadamente sus tambores entre algunas niñas de sangre que pedían protección a la luna. ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mi! Esta mirada mía fue mía, pero ya no es mía, esta mirada que tiembla desnuda por el alcohol y despide barcos increíbles por las anémonas de los muelles. Me defiendo con esta mirada que mana de las ondas por donde el alba no se atreve, yo, poeta sin brazos, perdido entre la multitud que vomita, sin caballo efusivo que corte los espesos musgos de mis sienes. Pero la mujer gorda seguía delante y la gente buscaba las farmacias donde el amargo trópico se fija. Sólo cuando izaron la bandera y llegaron los primeros canes la ciudad entera se agolpó en las barandillas del embarcadero.
Landscape of a vomiting multitude
The fat lady came out first, tearing out roots and moistening drumskins. The fat lady who turns dying octopuses inside out. The fat lady, the moon's antagonist, was running through the streets and deserted buildings and leaving tiny skulls of pigeons in the corners and stirring up the furies of the last centuries' feasts and summoning the demon of bread through the sky's clean-swept hills and filtering a longing for light into subterranean tunnels. The graveyards, yes the graveyards and the sorrow of the kitchens buried in sand, the dead, pheasants and apples of another era, pushing it into our throat.
There were murmuring from the jungle of vomit with the empty women, with hot wax children, with fermented trees and tireless waiters who serve platters of salt beneath harps of saliva. There's no other way, my son, vomit! There's no other way. It's not the vomit of hussars on the breasts of their whores, nor the vomit of cats that inadvertently swallowed frogs, but the dead who scratch with clay hands on flint gates where clouds and desserts decay.
The fat lady came first with the crowds from the ships, taverns, and parks. Vomit was delicately shaking its drums among a few little girls of blood who were begging the moon for protection. Who could imagine my sadness? The look on my face was mine, but now isn't me, the naked look on my face, trembling for alcohol and launching incredible ships through the anemones of the piers. I protect myself with this look that flows from waves where no dawn would go, I, poet without arms, lost in the vomiting multitude, with no effusive horse to shear the thick moss from my temples.
The fat lady went first and the crowds kept looking for pharmacies where the bitter tropics could be found. Only when a flag went up and the first dogs arrived did the entire city rush to the railings of the boardwalk.Etiquetas: Federico García Lorca |
posted by Bishop @ 12:30 |
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